sábado, 19 de febrero de 2011

Décima pieza

Decidí que mi gato tendrá el nombre de Orión. Lo venía pensando en el camino cuando le compré un no sé qué para que lo arañara a su reverendo gusto. Y recién acabo de llegar a mi casa, estoy escribiendo esto una vez que he acabado de comer. Y no está Orión, pero está la huella de que escapó por la ventana y volverá en un rato más. Ya volverá cuando tenga hambre, eso lo doy por asegurado.

Fue una noche de demasiado trabajo hoy. Sencillamente podría decir que yo estoy muerto y cansado, pero sinceramente no tengo demasiadas ganas de caer inmediatamente dormido y como podrán leer y comprobar estoy haciendo algo de tiempo, porque mañana tendré tiempo libre y un buen rato de descanso merecido, pero mañana también tengo planes de salir a un lago que está a un rato de donde actualmente vivo.

Bien… declaro que tengo sueño y por eso mis palabras al azar y diciendo todo esto que carece de una buena lógica y concordancia; ésta es la pieza de mi vida a la que he decidido llamar: muriendo después del trabajo. Pero en realidad, sólo necesito unas buenas horas de descanso… supongo, que sí… no me quedará otra opción que hacerle caso a mi ojos que se cierran aunque en la noche ya no pueda dormir decentemente, pero antes necesito una buena ducha.

Buen día a todos. Pásenlo de manera más decente que el mío. Pero mañana me cobraré mi vengaza, no lo duden.
Tristán.

jueves, 17 de febrero de 2011

Novena pieza

Mi anécdota de hoy es bastante simple, pero no por eso quise dejar de agregarla. Bueno, se trató del trayecto que hice rumbo al trabajo. Normalmente, no escuchó música cuando manejo, pero esta vez había un tráfico sumamente pesando por lo que no me importó demasiado prender la radio para ver que me encontraba y podía ponerme a escuchar para distraer mi mente.

No sé cuál programa era, pero me detuve porque escuché una narración (En estos espacios, debe ser obvio que me llama la atención cualquier tipo de lectura en voz alta) así pues, detuve entonces mis dedos para dejarle en esa estación.

Hablaba de unos ancianos y la visión ellos tenían de sus nietos y viceversa. Pero más me llamó la atención aquella voz vieja y rasposa, masculina, de lo que veía del mundo. No era el clásico “En mis tiempos…” más bien, explicaba ese hombre mayor cómo enfrentaría a las cosas que le pasaban a sus nietos utilizando lo que había en esta época.

Creo que fue una joya escuchar eso, durante mis quince minutos atorado en el tráfico. La experiencia de la vida es maravillosa y de hecho, en este programa mencionaba este anciano –Le llamó así porque nunca escuché su nombre– estaba aprendiendo a manejar la computadora con ayuda de sus nietos. Me fascinaría que tuviese blog. No me imagino todo lo que podría escribir ese nombre, con el que se sentí conexión. No sé si fue una narración de un libro o parte de una vida real, porque el bendito claxon del camión de a lado no me permitió escuchar los créditos cuando regresaron de los comerciales. Pero me gustó.

Mi pieza de hoy está dedicada a toda la gente mayor. Que lucha siempre por seguir existiendo en este mundo. Buenas noches, padres de nuestros padres. Buenas noches, abuela, que hoy estás lejos. Buenas noches, noctámbulos.


Tristán.

Octava pieza

¡Por fin! Después de casi un mes, he logrado reacomodarme a mi horario para escribir mis pequeños relatos de vida. Éste en particular, dice menos cosas que los anteriores, pues es para anunciar mis fabulosos tiempos. En estos últimos días, por ejemplo, he tenido demasiado trabajo y no es algo de lo que me esté quejando, al contrario, soy una persona totalmente obsesiva con su empleo por lo que me siento cómodo trabajando todo lo posible o al menos hasta que mi cuerpo admita por sí mismo que le hace falta el combustible necesario para continuar andando.

Ahora mismo, desde el lugar donde estoy escribiendo, hay un televisor arriba; se está transmitiendo la película “Matilda” basada en el libro de Roald Dahl. Mi amiga (la misma de la he hablado piezas atrás), es fanática de esa película. Siempre que le hes posible, la ve. Me acordado de ella de una manera muy graciosa, pues siempre ha querido leer ese libro y nunca ha tenido la oportunidad. De hecho, está muy emocionada por ir a la feria del libro para buscarlo. Es curioso cómo cosas así nos hacen recordar a las personas con las que convivimos frecuentemente.

¡Oh! Me regalaron chocolates por el catorce de febrero. Una chica preciosa perteneciente a otro departamento, pero, sólo pude agradecerle. Y esto me recuerda a mi vecino, no porque él sea precioso sino porque tiene un espíritu demasiado festivo, y a quien le molesta que nunca adorne mi casa de nada. No le agrado. Siempre se queja de la pobreza de mi espíritu antes las fiestas de la vida. Bueno, yo prefiero mantener la vida de los demás.

Por cierto, adopté un gato. Es de color gris y ojos verdes. Me encanta. Estaba maullando en mi ventana hace dos noches y tiene como dos meses y medio de nacido según el veterinario. Aún sigo buscándole un nombre; quizás le llame gato simplemente. Aunque también me gusta el nombre “Orión” por la película de los hombres de negro. Compré sobres de alimento y he descubierto que prefiere el pollo sobre el atún. Le gusta la leche fría. Para un ser tan roñoso como yo, es una buena compañía, pero no lo dejo subirse a la cama ni a los sillones. Para trauma mío, he descubierto que arañó mi mesa. Este fin de semana tendré que ir a comprarle algo para que arañe.

En las noches me ha parecido escullar chillidos de una rata, por lo que espero que la espante, si es que la rata no lo espanta a él. Y si logra sacar a la rata del hogarcito (porque no tengo corazón para poner quesos envenenados) espero que la dirija con mi vecino y le fastidie un poco la vida.

Me he explayado esta noche, pero así suelo ser cuando me emociono hablando de cosas tan normales como éstas. Buenas noches, noctámbulos. Dulces sueños.
Tristán.