jueves, 17 de febrero de 2011

Octava pieza

¡Por fin! Después de casi un mes, he logrado reacomodarme a mi horario para escribir mis pequeños relatos de vida. Éste en particular, dice menos cosas que los anteriores, pues es para anunciar mis fabulosos tiempos. En estos últimos días, por ejemplo, he tenido demasiado trabajo y no es algo de lo que me esté quejando, al contrario, soy una persona totalmente obsesiva con su empleo por lo que me siento cómodo trabajando todo lo posible o al menos hasta que mi cuerpo admita por sí mismo que le hace falta el combustible necesario para continuar andando.

Ahora mismo, desde el lugar donde estoy escribiendo, hay un televisor arriba; se está transmitiendo la película “Matilda” basada en el libro de Roald Dahl. Mi amiga (la misma de la he hablado piezas atrás), es fanática de esa película. Siempre que le hes posible, la ve. Me acordado de ella de una manera muy graciosa, pues siempre ha querido leer ese libro y nunca ha tenido la oportunidad. De hecho, está muy emocionada por ir a la feria del libro para buscarlo. Es curioso cómo cosas así nos hacen recordar a las personas con las que convivimos frecuentemente.

¡Oh! Me regalaron chocolates por el catorce de febrero. Una chica preciosa perteneciente a otro departamento, pero, sólo pude agradecerle. Y esto me recuerda a mi vecino, no porque él sea precioso sino porque tiene un espíritu demasiado festivo, y a quien le molesta que nunca adorne mi casa de nada. No le agrado. Siempre se queja de la pobreza de mi espíritu antes las fiestas de la vida. Bueno, yo prefiero mantener la vida de los demás.

Por cierto, adopté un gato. Es de color gris y ojos verdes. Me encanta. Estaba maullando en mi ventana hace dos noches y tiene como dos meses y medio de nacido según el veterinario. Aún sigo buscándole un nombre; quizás le llame gato simplemente. Aunque también me gusta el nombre “Orión” por la película de los hombres de negro. Compré sobres de alimento y he descubierto que prefiere el pollo sobre el atún. Le gusta la leche fría. Para un ser tan roñoso como yo, es una buena compañía, pero no lo dejo subirse a la cama ni a los sillones. Para trauma mío, he descubierto que arañó mi mesa. Este fin de semana tendré que ir a comprarle algo para que arañe.

En las noches me ha parecido escullar chillidos de una rata, por lo que espero que la espante, si es que la rata no lo espanta a él. Y si logra sacar a la rata del hogarcito (porque no tengo corazón para poner quesos envenenados) espero que la dirija con mi vecino y le fastidie un poco la vida.

Me he explayado esta noche, pero así suelo ser cuando me emociono hablando de cosas tan normales como éstas. Buenas noches, noctámbulos. Dulces sueños.
Tristán.

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